viernes, agosto 12

Gobierno de Chile y Educación en Ciencia: ¿por qué aprender ciencia?


Por Alicia Muriel Montecinos*

¿Sabía usted que el Gobierno de Chile identifica la satisfacción personal como motivo para el aprendizaje escolar de ciencias experimentales?

Imagino que Usted, en estos instantes, está siendo invadido por un sinnúmero de nostálgicos recuerdos referentes a sus clases de ciencia escolar. Mi limitada experiencia docente me indica que cada uno de ustedes valora de manera diferente dichas memorias, porque la sombra de la desigualdad también afecta la relación más íntima que existe entre una persona y su proceso educativo, proyectándose hacia la vida adulta. Es por ello que quiero ofrecer un guiño sobre los lineamientos oficiales en ciencia escolar chilena, reflexionando en cada punto.

El Ministerio de Educación de Chile publica en el año 2009 los fundamentos del ajuste curricular llevado a cabo al sector de ciencias naturales, en el cual se entregan explícitamente los argumentos que justifican por qué los ciudadanos chilenos deben ser formados en ciencia durante toda su escolaridad. ¿Por qué se debe aprender ciencia en el colegio?

1.    Comprender la Naturaleza provee entusiasmo, asombro y satisfacción personal. En ello radica un valor formativo intrínseco. El objetivo no es formar científicos ni adelantar contenidos universitarios. Cada rama del saber universal es igualmente importante, y estimula diferentes dimensiones en la personalidad del individuo. Comprender la naturaleza nos enriquece: saber de ciencia nos humaniza.

2.    El pensamiento científico es crecientemente demandado en contextos personales, laborales y sociopolíticos. Carl Sagan decía en los años noventas que la carta fundamental de cada nación debía asegurar la promoción del pensamiento científico, afirmando que en ello radicaba una cierta decencia en un mundo substancialmente confuso. Nuestra manera de pensar suele ser más escéptica, lógica, analítica, argumentativa y creativa, características que deben ser promovidas en todas las personas, no sólo entre los científicos, ya que son necesarias para desenvolverse en la vida como seres integrales y cognitivamente capaces. Libres.

3.    Conocer la naturaleza científicamente promueve respeto y cuidado por ella, siendo que las condiciones que protegen la vida están en riesgo. Aceptar la responsabilidad humana, y también reconocer los ciclos naturales del planeta, dan una sensación de pequeñez, y al mismo tiempo de grandeza. Algunos dicen que ésta es la verdadera manzana del árbol del Edén, ya que una vez probado el conocimiento científico, se pierde la inocencia. Cambiamos el placer de la ignorancia por el placer del conocimiento. Nos hacemos responsables de las culpas -aquellos efectos devastadores en los sistemas naturales-  para desandar el camino y optar por otras alternativas. Comprendemos que habitamos una realidad física sometida a sus propias reglas, que los ciclos naturales deben cumplirse, y aceptamos que no existe tal cosa llamada “a ciencia cierta”. Preferimos el asombro y el respecto, que el miedo ante lo desconocido.

4.    La educación científica fortalece una actitud crítica e informada frente a la relación entre ciencia, tecnología y sociedad. En este punto apreciamos el carácter práctico de la formación escolar en ciencias experimentales. Se desea que cada ciudadano pueda primero entender, para luego tomar decisiones cívicas fundamentadas en materias contingentes, como por ejemplo sobre la matriz energética chilena, el aborto, o los derechos de aguas.

Desarrollar plenamente estas cuatro dimensiones didácticas en ciencia escolar es un desafío y una deuda en un sistema educativo como el nuestro, más aún en tiempos de revoluciones en que vivimos. He tenido la fortuna de conocer a muchos estudiantes que han sido sometidos por sus profesores de aula a objetivos de aprendizaje y contenidos de ciencia que se alejan de los argumentos que aquí he analizado. Sepa Usted que el Ministerio permite esta situación, puesto el currículum nacional de ciencias naturales indica objetivos “fundamentales” y contenidos “mínimos”, y no pone límites a la acción didáctica, sino que la deja al criterio y talento del profesor. Para bien… y a veces para mal.


*Profesor de Estado en Física y Matemática, Departamento de Física de la Universidad de Santiago de Chile.

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